Mundo ficciónIniciar sesiónCapítulo 2
No sé cómo llegué a casa. Solo recuerdo que abrí la puerta de mi habitación, entré al baño y me dejé caer en el piso. Lloré acurucada tratando de entender esta terrible traición. Mis inseguridades de niña despertaron de nuevo, Ser “la lisiada”. La que no corre, la que no baila, la que no sube escaleras, la que necesita esa férula para caminar, tenía miedo de ser lastimada, pero nunca esperé que fuera por él. Todo lo que escuché de boca de Mike y mi hermana fue suficiente para destruirme. Mientras más lloraba, me repetía que no me iban a destruir, no lo iba a permitir. Me levanté del piso con los ojos hinchados, me miré en el espejo y no me reconocí, respiré hondo, necesitaba buscar al único posible aliado que tenía: Edward, y nisiquiera se porque pensé en el. Era de noche, estaba lloviendo, pero no me importó. Me puse un abrigo y salí de la habitación. Justo al abrir la puerta del pasillo, me encontré con mi hermana. Tenía su sonrisa burlona dibujada en la cara, un paquete envuelto en papel plateado. —Traje tu regalo de compromiso —dijo, fingiendo ser dulce como siempre Sacó un juego de lencería blanco. Lo levantó con dos dedos y me lo mostró. —Sé que a veces te acomplejas por tu pierna, pero deberías relajarte. Mike igual te quiere así... No pensé, le di una cachetada tan fuerte que su mejilla se puso roja de inmediato. —¿Qué te pasa? —gritó ella, tocándose la mejilla. Mi padre apareció de inmediato. —¡Paulina! —levanto la voz —. ¿Qué clase de desgraciada golpea a su propia hermana? Me miró con ese desprecio, el mismo con el que me miraba de niña. —Ni siquiera caminar bien puedes y ahora te crees con derecho a levantarle la mano a alguien —continuó—. Tu madre estaría avergonzada de ti. Aunque claro… no te basto con ser la culpable de su muerte. Por primera vez, esas palabras no me hicieron bajar la cabeza, le sostuve la mirada. —¿Sabes qué? —respondí, sin temblar—. Ya no me importa si me quieres o no. Tampoco me importa si me culpas por mamá. Ya no me importa nada de lo que salga de tu boca. Mi hermana abrió los ojos con sorpresa. Mi padre se quedó inmóvil, nadie esperaba esta actitud de mi. No dije nada más, no le dije a mi hermana que la Vi revolcandose con mi novio, solo me fui Mike no dejaba de llamarme. Una llamada tras otra. El teléfono vibraba sin parar. Sabía que si escuchaba su voz, iba a decirle que era un maldito, y tenía que pensar con cabeza fría. La lluvia me empapó mientras caminaba por las calles y llegué al penthouse de Edward, en la zona más exclusiva de la ciudad. El edificio era enorme, lujoso y moderno, Subí en el ascensor mientras sentía que todo a mi alrededor era irreal. Toqué su puerta, estaba empapada y temblando. Edward abrió con el ceño fruncido. —¿Qué haces aquí? —preguntó, mirándome de arriba abajo—. Si viniste a pedirme que no vaya a la boda, pierdes tu tiempo. No pienso hacerlo. Yo no pude hablar, no pude explicarle nada, lo único que hice fue abrazarlo. Él se puso nervioso al principio, sorprendido. Luego, cuando escuchó mi llanto, me abrazo con fuerza. —Paulina… —susurró—. ¿Qué pasó? No respondí. Mi cuerpo temblaba. Me aferré a él como si fuera la única persona que podía sostenerme. Me llevó su habitación, abrió un cajón y sacó una camisa suya. —Quítate esa ropa mojada —dijo con voz seria—. Te vas a enfermar. Edward me sirvió una taza de chocolate, mi favorito como si lo recordara, me la dio mientras se sentaba frente a mí en el borde de la cama. Me tomó las manos —Si quieres llamo a Mike —dijo—. Tiene que saber que no estás bien. —No —logré decir, con la voz entrecortada —. No quiero saber nada de él. Él frunció el ceño. —¿Qué paso? ¿Te hizo algo ese idiota? —¿Eso quieres verdad? —levante la voz —¡Deja de creer que todo es en tu contra! reacciona Paulina, el no es el príncipe azul que soñaste y punto —me levanto la voz —¿Lo dice el idiota que me engaño? Me imagino que los hermanos Hilton creen que soy una frigida. Y antes de pensarlo dos veces… Lo besé Fue impulsivo, Un beso lleno de rabia, sentia que debía demostrar que yo podía ser una mujer para el. La forma en que Edward me sostuvo la cara con ambas manos me hizo sentir que la chispa de nuestra adolescencia aún seguía viva, por lo menos para mí. Edward me tomó de la cintura con una firmeza delicada que me atrapó en sus besos Sus labios eran fuertes, Me acostó en la cama sin dejar de besarme, y yo le quité la camisa con las manos temblorosas. Él bajó sus labios a mi cuello y mi cuerpo reaccionó sin que yo pudiera controlarlo. Me aferré a su espalda mientras él me marcaba la piel con sus besos. Sentía su respiración agitada contra mi clavícula. Mi cuerpotemblaba. —Paulina… —murmuró cerca de mi oído. Le pedí que me marcara con sus labios. Él lo hizo, sus labios succionaron mi cuello, cuando lo sentí, me estremecí. Mi intimidad empezó a humedecerse. Era algo nuevo para mí, algo que nunca imaginé sentir, y por un segundo me olvidé de todo. Pero entonces su mano bajó por mi muslo, llegó a mi pierna y tocó la férula. Me alejé como si me hubiera quemado, el corazón me latía tan fuerte que olvide respirar, Nadie había tocado antes mi ferula, ni siquiera Mike. Siempre me aseguraba de que no la viera, de que no la tocara. —No, no… —susurré, intentando recuperar el control—. No puedo… Edward me miró confundido. Luego se acercó despacio, tomó mi mentón y me obligó a mirarlo. —Eso no me importa —dijo firme—. No tienes nada que esconder de mi. —No vine a esto, quiero ofrecerte un trato Él frunció el ceño. —¿Un trato? ¿Qué clase de trato. Suspire nerviosa, después de lo que pasó la conversación no sería normal. —Quiero vengarme de Mike y te necesito para eso. En cuanto dije esas palabras, su rostro cambio, se alejó de mí de inmediato, y yo empecé a acomodarme la ropa. —¿Qué estás buscando, Paulina? —preguntó evidentemente enojado —. ¿Usarme? Negué rápido. —El trato será conveniente para los dos —tragué saliva y decidi ser sincera —. Mike me engaña con mi hermana. Están juntos. Me traicionaron, me quieren usar, tengo que hacerlos pagar. No puedo quedarme de brazos cruzados. Edward se detuvo en seco, Me miró sin parpadear. —¿Mike y tu hermana? —preguntó curioso Asentí. No pude decirlo en voz alta sin que me temblara la voz. Él suspiró y se abotono la camisa. —Te deseo buena suerte —dijo dando media vuelta hacia la sala —Pero yo no me voy a prestar para juegos de mujer celosa, búscate un gigoló que te haga el favor. Me levanté como pude y lo seguí. Él estaba sirviéndose un whisky, evitando mirarme. —Edward… —susurré—. Por favor. Te necesito. Eres el único que puede ayudarme. Él soltó una risa sarcástica —¿Ayudarte cómo? ¿Quieres que me acueste contigo para que él se ponga celoso? —preguntó, girándose hacia mí—. Puedo hacerlo si quieres, desnudate para mí, y continuamos lo que detuviste —¡Por supuesto que no! El día que te descubrí en la fiesta de graduacion con Pamela en la cama, me jure que nunca me metería a tu cama —dije alterada —Hace unos segundos parecía que romperias esa promesa. —Nunca lo haré —gruñi —Me lo debes. Él respiró hondo, creo que estaba decidiendo si echarme o escucharme. Tomó su copa, y la bebio de un sorbo. —No se que pasó esa noche...—dijo mirando el whisky —. ¿Qué quieres exactamente? —Quiero hacerlos pagar. A los dos. Edward apoyó la espalda en el sillón. Su mirada se oscureció. —Mike siempre se creyó más listo que todos —murmuró—. Pero no lo es. Él es un cobarde, sabe manejar las cosas a su conveniencia, así digan la verdad siempre le van a creer, tu le creíste ¿No? Fruncí el ceño. —¿De que hablas? Se tomó un sorbo del whisky y luego habló: —Yo nunca quise dinero de la herencia, mucho menos fui tu novio por conveniencia, Eso siempre fue un invento suyo para justificar sus ataques. ¿Sabes por qué realmente me odia? Negué. —Porque él sabe dónde está mi hermana desaparecida, y ella es la verdadera heredera de la familia Hilton. Me quedé sin palabras. —¿Tu hermana? —Sí —asintió, apretando la mandíbula—. El padre de Mike y mi madre tuvieron una hija. Una niña, mi madre murió en el parto y cuando el padre de Mike murió, él la ocultó. Mike y su tío la enviaron a un internado desde los 5 años, la sacó del país y la hizo desaparecer para que no pudiera reclamar la herencia que le corresponde. Sentí un escalofrío —¿Mike escondió a su propia hermana? —La enterró viva en algún lugar del mundo —respondió Edward, con rabia —. Y llevo años intentando encontrarla, debe tener unos 18 años Me quedé en silencio, el siempre tuvo razón, Mike era de lo peor —Te ayudaré —le prometí Edward me ofreció un trago, me miró con esa sonrisa que ahora entendía ocultaba dolor y enojo —¿Que planeas? —Darle en el ego —suspire —Quiero que te cases conmigo.






