Me quedé mirando la habitación y los ojos casi se salen de mis cuencas, esto se parecía al cuarto rojo de ese Grey (Si, la ví, algo que pasa frecuentemente cuando me quedo los fines de semana con mi hermano y sus gustos terribles por el cine y las series). Había una cama en el centro con dosel, a la derecha un sillón tántrico, yen el costado izquierdo un armario. La curiosidad pudo más y lo abrí, retiro lo dicho, esto parecía una sala de tortura.
Había fustas, esposas, dildos de todos los portes y colores, pero lo que más me llamó la atención fueron unas varas con cadena. -¿Dónde m****a te viniste a meter, James? Me cubrí la cara con la mano y estaba a punto de salir cuando la puerta se abrió y ahí estaba ella... Me quedé paralizado, mis ojos se expandieron más de como lo habían hecho al ver las cosas en el armario. Esa diosa de fuego ardiente venía enfundada en un leotardo negro de cuero, con esas botas exquisitas que la hacían ver unos quince centímetros más alta, su cabellera roja como la sangre estaba suelta con leves ondas que le daban un aire casi demoniaco a esa cara cubierta por el antifaz de plumas que cubría la parte superior de su cara. -Wow, que tremenda sorpresa la que me tenía el Cuervo. ¿No que no te gustaban estás cosas?- dice moviéndose como la víbora que es hasta sentarse en el centro de la cama. -No me gustan, pero necesitaba- se movió nuevamente y en menos de un segundo la tenía frente a mi, cubriendo mis labios con sus dedos. -No es necesario que te expliques, veo que no dejaste de pensar en mí. ¡¿Qué?! No podía ser tan soberbia, bueno sí, es cierto que la tengo metida en mi cabeza, pero eso no era lo que quería decirle. -Cre... creo que no fue lo mejor haber venido aquí. -Aww, ¿Te acobardaste?- no sé que me pasó, pero que ella me retara hizo que mi sangre hirviera y cuando ella se dio la media vuelta, para volver a la cama, la tomé por el brazo para en un solo movimiento apegarla a mi cuerpo y besarla como tanto me había imaginado. Su cuerpo se quedó inmóvil y sus ojos se expandieron por la impresión que le causó mi arrebato, luché por hacerme paso en su boca con mi lengua, pero ella no desistió ni se dejó atacar, con un delicado movimiento abrió su otro brazo y sin más me agarró del cuello y me lanzó como un costal de papas sobre la cama. -Creo que no te enseñaron las reglas del juego, angelito. Aquí la que ataca, sostiene y manda soy yo, si quieres conocerme y saber lo que quiero hacerte y que me hagas, esa es la condición que debes cumplir para entrar en esta habitación, mi habitación. Se subió encima de mí y rozó su dulce coño con mi entrepierna, ¡dios! creo que me voy a venir con ese solo roce, pero la muy desgraciada antes de besar mis labios se levantó frunciendo el ceño, fue hasta la mesa dónde había una cubitera con una botella de champagne, la tomó y la descorchó sin problema, lo que era lógico pues me lanzó como si nada siendo que peso mas de cien kilos, la bebió sin vergüenza alguna de la misma botella y se limpió esa boquita que me desesperaba. Me removí de la cama para enfrentarla, esto no era para nada lo que había imaginado en mis sueño, en ellos la tenía debajo de mí gritando mi nombre con cada estocada que le daba. En cambio, la muy desgraciada se estaba mofando de mí. Se sentó en el sillón tántrico y bajó los tirantes de su leotardo para dejar al aire esos pechos, m****a, esos pechos redondos y turgentes que mis manos querían tocar y cruzó sus piernas cual Sharon Stone en bajos instintos. -Mirar no te saldrá gratis, querido. Mis reglas y puedes disfrutar de todo esto- dice mostrando con sus manos ese cuerpo de diossa que dios le dio. -¿Qué... qué tengo que hacer? Tomó un sobre de su bolsa ¿Cuándo la dejó ahí? Y me lo extendió. En el decía lo siguiente: Contrato de sumisión Las partes A (Queen) y B (sin nombre) extienden el siguiente contrato de sumisión. La parte B se someterá a todo lo que la parte A le pida para satisfacer sus deseos en la habitación dorada. La parte B está obligada a mantener estricto control de su salud física y mental, informando, mientras dure este contrato, con los consecuentes exámenes médicos sobre enfermedades venéreas y ... -¿Estás loca? ¡ Jamás firmaré esto! -¡Qué lástima! Pues si solo era para salir de la duda, ya está, lo hiciste. Ahora te puedes ir para que llame a otro que sí querrá firmarlo. Nuevamente me estaba retando y el solo hecho de pensar que otro tendría lo que era mío me hizo moverme rápidamente hasta mi chaqueta y firmar el maldito contrato. -Listo, ¿Contenta? -Mucho, ahora ven aquí. Como un estúpido me acerqué a ella, no sabía lo que me estaba pasando, pero cada paso que daba hacía que mi cuerpo ardiera por esta mujer. » Buen chico, ahora arrodíllate. Como un perro condicionado le hice caso y me arrodillé frente a sus piernas, las que intenté tocar, pero ella de una palmada me detuvo. -Estás jugando con fuego- digo, respirando entrecortado. -Recuerda, angelito. Mi habitación, mis reglas. Tomó mi cara con la misma mano que me había pegado y me acercó a esos labios maravillosos que tenía. Pasó su lengua por los míos y en un acto animal me besó, su boca se apoderó de la mía y esa lengua, diablos, esa maldita lengua me hizo llegar al paraíso. Mis manos picaban por tocarla, pero si lo hacía perdería eso que tanto anhelaba, sin siquiera haberme dado cuenta. Por ahora, solo por ahora la dejaría llevar las riendas de este iluso contrato, sería su sumiso, aprendería todo de ella para que no pueda pensar en nadie más, pero lo prometo aquí y ahora, ella será mía, solo mía, mi futura sumisa...