Ohh... Ohh... Ah... ¡No! ¡Más!
Tener a este ángel que viene del mismísimo cielo arrodillado frente a mí aceptando mis condiciones es la puta felicidad en envase XXXXL.
Si digo que no me sorprendió verlo en mi habitación dorada, sería blasfemar y debería ir a pagar mis pecados bañándome en agua bendita. Es que todo fue un golpe de adrenalina desde que lo vi y que no crea que no noté que quería escapar.
Cuándo Christine me avisó que mi paquete estaba entregado en la habitación, las ganas de saber cuál era el regalito de Russell me comieron y volé por el club y al abrir esa puerta, fue como entrar al paraíso y su infierno personal.
Ese angelito que me ha dominado y se había adentrado en lo más profundo de mis sueños estaba frente a mí, en vivo y en directo. Estaba eudórica, pero no podía ser tan notoria en mis emociones, mi niña interna daba brinquitos, pero la perra dominatriz solo esbozaba una sonrisa ladina de suficiencia, cambié la táctica y me hice la indiferente y diablos, el angelito tenía agallas porque me ro