PIERO
Después de dejar a Sabrina en casa de Lucio, regresé al apartamento para darme una ducha y llamar a Leo. Había tomado una decisión y sabía que era la única salida para no fallarle a la mujer que con absoluta confianza, estaba depositando en mis manos su corazón.
—Dile que le daré el cheque que pide, Leo. Necesito que firme los papeles del divorcio y desaparezca de mi vida para siempre —comuniqué apresurado.
—¿Y ese cambio tan repentino? —preguntó con una risa—. No me digas nada; Sabrina, ¿cierto?
—¿Cuándo le harás la oferta? —insistí, ignorando su comentario.
—¡Sí que tienes prisa! —Volvió a decir.
—Leo…
—El lunes hablaré con ella.
—Gracias, nos vemos en la boda. —Respiré más calmado y lo oí suspirar del otro lado.
—Me alegro mucho por ti. Nos vemos en un par de horas. Adiós —se despidió y colgué el teléfono, aliviado porque tal vez, el lunes toda mi pesadilla personal con Brigitte terminaría. Aunque sabía que por guardar el secreto de Danna, seguiría firme pidiendo más dinero.