PIERO
Junto con las amigas de Sabrina, Leo y Josh, habíamos pasado en grande durante la fiesta de bodas. Llegado el momento de que los tórtolos partieran a Mónaco para una breve luna de miel, nos despedimos de ellos deseándoles un buen viaje. Al final de cuentas, la riña que habían tenido la desecharon para disfrutar por lo alto su día especial.
—Me encantaría disfrutar unos días soleados en la playa de Mónaco —mencionó Sabrina, cuando regresamos al apartamento.
—¡No se diga más! —Me abalancé sobre ella para ayudarla a deshacerse de su vestido—. ¿Te parece ir en una semana? Dejaré todo en orden en el estudio y nos iremos por el fin de semana, ¿qué dices?
—¿Puedes hacerlo? —preguntó con sorpresa; asentí con la cabeza, terminando de desprender su ropa y dejándola caer al piso para que se quedara solo con la braga puesta.
—Por ti, haría lo que fuera, Sabrina —respondí, volteando su cuerpo que había estado de espaldas—. Eres mi prioridad.
Sus brazos se enroscaron a mi cuello y besó mi bo