SABRINA
—¿Qué estás haciendo aquí, Jason? —dije horrorizada de que estuviera sentado a mi lado, emitiendo aquellas palabras.
Sonrió con tristeza y me vio con anhelo, suspirando.
—Solo necesito aclarar algunas cosas contigo, Sabrina…
—No necesitamos aclarar nada; lo que ocurrió no va a cambiar. Tampoco pienses que sigo siendo la misma ingenua de hace años. Además…
—Además de que amas al francés, lo sé. —Terminó la frase por mí y cerré mis ojos, volteando nuevamente hacia la ventanilla.
—Entonces no comprendo qué quieres, Jason —susurré—. Escucharte o no, ya me resulta lo mismo.
—¿Sentirme mejor conmigo mismo? —replicó y bufé, mirándolo a la cara—. Mira, Sabrina, siento que si no cerramos esta etapa como debe ser, no podré seguir con mi vida. Solo quiero que me escuches y si sientes que puedes, me perdones. Me comporté como un completo imbécil y te perdí… al parecer, para siempre.
Negué con la cabeza.
—Ya te perdoné hace tiempo, no hace falta que digas nada para calmar tus remordimiento