SABRINA
—Jason… ya no me busques más, porque nunca regresaré contigo —murmuré apenas, acariciando su mejilla—. Aunque te hubieras vuelto un mejor hombre, mi corazón ya no es tuyo… mi puto corazón es de un hombre tan distinto a ti, que no entiendo como pude estar tanto tiempo a tu lado. —Fruncí el ceño, mirándolo de manera rara. El vodka había hecho efecto y apenas distinguía sus facciones.
—Está bien, nena, pero al menos déjame llevarte a casa antes de dejarte en paz de una vez y para siempre. —Oí. Sentí sus manos aferrarse a mi cintura e intentó hacerme poner de pie, pero fue imposible que lo consiguiera. Las piernas me temblaban y todo me daba vueltas—. Estás peor de lo que creí —musitó, cargándome directamente en brazos.
—¿Qué… haces? —dije apenas.
—Sacarte de aquí, llevarte a casa —replicó y negué con la cabeza.
—Piero…
—Sí. El francés está allí.
—Se enfadará.
—Yo también lo haría.
—¡Espera! —Oí un grito chillón—. ¿Qué diablos crees que haces?
—Solo la estoy ayudando —dijo él, afe