CAPITULO 42

PIERO

Conduje como un loco hasta el juzgado del distrito, llamando a Leo en ese ínterin para que nos viéramos allí. Las cosas las hice de manera acelerada, firmando aquellos malditos documentos como hace tiempo debí hacerlo. Con mi libertad en mano, salí como alma que lleva el diablo del recinto, bajando los escalones como un poseso para llegar al coche e ir por mis cosas al apartamento. Cuando estuve a punto de subir, sentí una mano tomar mi antebrazo, deteniendo mi exabrupto por unos segundos.

—Dime que sigues siendo el mismo hombre que ella conoció… —dijo Leo y tiré con violencia mi brazo—. No la puedes obligar a que regrese contigo, Piero. Si ella no quiere, no puedes recurrir a viejas costumbres para arrastrarla hacia ti.

—Ya lo veremos —repliqué sin titubeos y negó con la cabeza.

—Sabrina se enamoró de un hombre dulce y atento; no lo eches a perder si en verdad te interesa.

—No seré el mismo imbécil que fui en el pasado —aclaré para su tranquilidad—, nunca le haría daño… no a el
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