Capítulo 40
La casa había vuelto al silencio tras la bulliciosa cena con la familia de Leone. Las risas de las niñas, la calidez inesperada de Amatista, y el abrazo dulce de Gail aún flotaban en la memoria reciente de Irina mientras subía lentamente las escaleras. Cada paso le pesaba como si arrastrara los últimos días consigo y estaba agotada, física y emocionalmente. Gail mejoraba, sí, pero el constante estrés, las nuevas reglas, las visitas inesperadas y esa tensión que pendía entre ella y Leone comenzaban a consumir su paz.
Irina se encerró en el baño sin pensarlo demasiado. Quería espacio, un instante para sí misma. El agua tibia que cayó sobre su piel fue como un bálsamo momentáneo y por un momento creyó poder dormir sin pensar demasiado en nada más. Sin embargo al abrir la puerta y salir envuelta en su bata, con el cabello aún húmedo, un escalofrío más fuerte que el del agua recorrió su espalda. Leone estaba allí. De pie, en medio de la habitación, desabotonándose la camisa co