Capítulo 67
Las paredes del cuarto donde tenía a Irina encerrada ya no parecían tan imponentes como antes. Sus muñecas, enrojecidas por el roce constante temblaban por el esfuerzo, pero no por el miedo. Tras lo que parecieron horas de lucha silenciosa, la horquilla finalmente cayó al alcance de su pie. Un movimiento preciso, desesperado, y logró tomarla entre los dedos.
Con un suspiro contenido, comenzó a maniobrarla cerca del candado de las esposas. La posición era incómoda, el sudor le cubría la frente, pero no pensaba rendirse. Respiraba con dificultad, jadeando mientras cada clic del metal bajo su tacto le ofrecía una nueva esperanza. Finalmente, un sonido suave y liberador se escuchó. La esposa cayó al suelo.
Irina no lloró. No había tiempo para emociones que le quitaron la concentración. Se masajeó las muñecas rápidamente y se levantó tambaleante. Solo observó por un momento el cuarto sin ventanas y la puerta metálica. Rápidamente Buscó algo más, algo que pudiera usar como arma