Punto de vista de Isa

—¡Valeria, ya llegué! ¿Estás en casa? —Durante las últimas semanas, Valeria había estado gravemente afectada por el embarazo y la depresión. Apenas comía, estaba perdiendo peso en lugar de ganarlo, y casi no hablaba. Su única ocupación parecía ser el trabajo; ni siquiera interactuaba con sus mascotas o conmigo.

Escuché un débil murmullo al final del pasillo, seguido por el llanto de Luna, que estaba junto a la puerta del baño. La pequeña Pomerania se movía nerviosa y rasguñaba la puerta sin cesar.

—¿Qué sucede, Luna? —La perrita me miró con una expresión que parecía decirme algo, y si los animales pudieran hablar, en ese momento estoy seguro de que me habría contado un sinfín de cosas.

Me acerqué a la puerta del baño e intenté abrirla, pero estaba cerrada con llave. ¡Maldita sea! Era Valeria. —¡Valeria! ¡Abre la puerta, por favor! ¡Valeria! —grité angustiada, pero no recibí respuesta.

Salí corriendo en busca de las llaves del baño. Esos minutos parecían intermin