Marcelo
Me desplomé de rodillas frente al altar, con el alma hecha trizas. Sentía cómo mi corazón se fragmentaba lentamente, como si cada latido fuera un golpe más que lo agrietaba. Las lágrimas comenzaron a brotar sin control, cayendo por mi rostro como si se hubiese roto una represa dentro de mí. Era claro: Valeria no iba a aparecer. Pero lo más devastador no era su ausencia, sino el motivo que la explicaba.
Con manos temblorosas, vacié el contenido del sobre. Eran varias fotografías. Valeria y Bolton… en situaciones demasiado íntimas, demasiado claras. Me había estado engañando, y lo peor de todo era que no sabía desde cuándo.
—¡¿Quién te dio esto, Samantha?! —pregunté, sintiendo cómo la voz se me quebraba con el peso del dolor.
Ella negó lentamente, midiendo sus palabras.
—No lo sé, Marcelo. Solo lo dejaron en la puerta de mi departamento. Alguien tocó el timbre, y cuando salí, el sobre estaba ahí. Lo siento mucho.
Me incorporé con dificultad, consciente de que todos me observaba