Punto de Vista Marcelo
Después de haberlo dicho todo, simplemente nos quedamos ahí, abrazados. No sabría decir cuánto tiempo pasó en ese silencio cargado de emociones; solo podía sentir sus sollozos contra mi pecho, ese peso desgarrador que me partía el alma. Hacerle daño a la mujer que amaba era como apuñalarme a mí mismo. Jamás estuvo en mis planes herirla; mi única intención era verla feliz, siempre.
—Marcelo… ayúdame a levantarme, por favor —rompió el silencio con voz ronca. Sus ojos, hinchados, su rostro devastado… todo en ella era dolor.
La cargué entre mis brazos y la llevé con cuidado hasta la cama. La recosté suavemente, la arropé, y ella no dejaba de mirarme. Su expresión me atravesaba como una daga.
—Valeria, mi vida… te juro que todo esto fue una trampa. Las cosas no ocurrieron como tú crees —dije, tomando su mano con suavidad, tratando de consolarla. Pero ella no reaccionaba, parecía congelada en su propio sufrimiento.
—No estoy imaginando nada, Marcelo. Vi las fotos… —s