Punto de vista Valeria
Respiré hondo y me dirigí al tocador; era la excusa perfecta para evitar la incómoda presentación con mi supuesto suegro. Aunque era un hombre caballeroso y nada imprudente, la conversación entre ambos terminó abruptamente, sin más.
Acababa de lavarme las manos cuando la puerta del tocador se abrió de golpe. Mi corazón dio un brinco al verlas frente a mí. ¿Qué querían?
—¿Así que aquí te escondes, mustia? —la madre de Marcelo cerró la puerta tras de sí, mientras Samantha se cruzaba de brazos, clavándome una mirada fulminante.
—Mire, señora, le exijo respeto. Usted será la madre de mi “prometido”, pero yo seré su esposa. No tiene ningún derecho a dirigirse a mí de esa forma.
Intenté pasar entre ellas, pero me cerraron el paso. No pensaban dejarme salir.
—¿Qué quieren? —pregunté con firmeza, desafiándolas.
Mérida me recorrió con la mirada de arriba abajo, con los ojos encendidos de desprecio, como si estuviera viendo a una criatura indeseable.
—Escúchame bien, moc