Punto de vista Marcelo
Tres meses han pasado desde que Valeria se mudó conmigo. Su embarazo avanza, su vientre crece y, con él, sus hormonas están más incontrolables que nunca. Está más sensible, llora por todo y no quiere quedarse sola ni un momento. Sin embargo, yo tengo que ir a trabajar. En la empresa las cosas se complican. Recientemente ha comenzado a haber una desaparición de dinero, por increíble que pareciera. Alguien estaba moviendo dinero de manera ilícita, y lo peor de todo es que era casi imposible descubrir cómo. Eso me estaba volviendo loco. Ya no soy socio de Samantha, sino de Alan, y no era un secreto para nadie que él era el principal sospechoso de los desfalcos.
—Amor, despierta, tengo que ir a trabajar. —Valeria dormía profundamente sobre mi brazo. Apenas escuchó mis palabras, se pegó aún más a mi pecho. Pude sentir las patadas de nuestro hijo. Con mi mano acaricié su vientre, y en ese instante sentí como si naciera de nuevo. Cada mañana que tocaba su vientre me s