Punto de vista Mérida Maldita la hora en que mi hijo se separó de Samantha. No soportaba la idea de que estuviera con una mujer como Valeria, y mucho menos que fueran a traer al mundo a un bastardo que manchara el nombre de nuestra familia.Al salir de la oficina de Marcelo, sentí las miradas de todos los empleados sobre mí, pero ninguno se atrevió a decir una palabra. Todos me respetaban, no era para menos: yo era la fundadora de esta empresa. Si quisiera, podría despedirlos a todos en un abrir y cerrar de ojos. Me dirigí directo a la oficina de Samantha. Estaba frente a su computadora y, al verme entrar, se levantó rápidamente. Siempre me había admirado.—¿Qué te pasó, querida Mérida? ¿Por qué estás llorando? —me tomó de la mano y me ofreció consuelo.—Marcelo, hija, hemos perdido a Marcelo. No sé qué hacer... va a tener un hijo con esa pordiosera.Samantha abrió los ojos como platos, palideció de inmediato, me soltó la mano y comenzó a hiperventilar.—¿Un hijo? ¿Están juntos? ¿De
Punto de vista Marcelo —Señor, señor...—¡SEÑOR! — el grito de Neila me sacó de mis pensamientos.—Neila, ¿por qué siempre estás gritando? ¿Todo está bien?—Marcelo, los últimos días te he visto muy distraído, has descuidado demasiado las tareas en la empresa. ¿Qué está pasando?Me quedé en silencio, me aflojé la corbata y me dejé caer en mi silla.—Estamos en crisis, Neila. La compañía está al borde de la quiebra, y realmente no sé qué ocurrió. De repente, se hicieron desvíos de dinero, nuestros accionistas han perdido la confianza en nosotros, y los contratos que tenemos no duran más de seis meses.—Marcelo, eso que me estás diciendo es muy grave. ¿Qué sucedió? Debe haber una explicación.—Por supuesto, Neila, el dinero no desapareció sin más, pero no sé exactamente qué pasó. De todas formas, empezaré a proteger mi capital por otro lado.Neila me miró fijamente, preocupada.—Señor, quería informarle que Rose, su secretaria, lleva dos días sin venir a trabajar. No sabemos nada de el
Punto de vista MarceloEse día, más que nunca, no quería separarme de Valeria. La necesitaba en mi vida, especialmente en ese momento. Al llegar a la empresa, sentía como si todas las miradas estuvieran sobre mí, como si todos me estuvieran juzgando. Tal vez mis padres ya habían hecho público mi destitución, y ya no me veían como su jefe ni su CEO.—Buenos días, Neila, ¿todo en orden?—Buenos días, señor, claro que sí, ¿por qué lo pregunta?—No sé, tengo la sensación de que todos me miran diferente. ¿Ha pasado algo ayer o esta mañana? — Neila me observó, claramente confundida.—Nada que usted no sepa, señor. Tal vez sea solo una impresión suya. Ya están listas todas las carpetas para la reunión de esta tarde. ¿Está preparado?Me quedé en silencio, procesando sus palabras. No sabía si estaba preparado o no, solo sentía que mi mente estaba en blanco. Tendría que enfrentar lo que viniera. Suspiré, asentí y, sin decir nada más, me dirigí a mi oficina.Tomé el teléfono y llamé a Valeria, q
Punto de vista MarceloSalí de la empresa con el corazón hecho trizas. No podía imaginarme a Valeria muerta, esa imagen era simplemente inconcebible. Un amor como el nuestro no podía terminar de una forma tan brutal. No, ella tenía que seguir aquí, conmigo. Las lágrimas caían sin descanso por mi rostro, y una angustia insoportable me oprimía el pecho. Sentía como si me hubieran arrancado la vida de golpe, dejándome atrapado en un limbo, sin saber si aún seguía existiendo.—Marcelo, por favor… cálmate, te lo suplico —Edward me rodeaba con los brazos, tan devastado como yo, pero lo que me pedía era casi imposible.—Es que no lo entiendo… ¿por qué Valeria? ¿Por qué tenía que ser justo ella?—La vida a veces es cruel con quienes menos lo merecen. Aún no sabemos nada con certeza.Cuando llegamos al hospital, me lancé a preguntar por ella. Apenas lo hice, un médico emergió desde el fondo de urgencias. Una enfermera le indicó quién era yo, y él se dirigió directamente hacia mí.—Mucho gusto,
Punto de vista Marcelo —Señor Marcelo, un gusto saludarlo. Soy Amanda, la pediatra encargada.—Buenos días, doctora. Muchas gracias… ¿ocurrió algo?—No, tranquilo. Solo quería invitarlo a ver a su hija. Por favor, utilice este equipo de protección, y podrá ingresar.Sus palabras hicieron que mi corazón latiera con fuerza. Ver a mi pequeña era lo único que podía traerme un poco de paz en medio de tanto dolor.Al acercarme a la incubadora, me desmoroné por completo. Era diminuta, frágil, parecía que cabría entera entre mis manos. Las lágrimas comenzaron a caer sin poder contenerlas. Tenía los ojitos cerrados, un tubo de oxígeno salía de su pequeña nariz, y su cuerpecito luchaba por respirar, sostenido por las máquinas que la mantenían con vida.Sentí que el mundo se me venía abajo. No era justo. Ella debía estar aún en el vientre de su madre, creciendo sana y segura, lejos de cualquier amenaza.—¿Le gustaría tocarla? —la voz suave de una enfermera interrumpió mis pensamientos.—Sí... s
Punto de vista Samantha Mi exsuegra era una mujer peligrosa, y no exagero al decirlo. Por suerte, cuando ocurrió lo de Marcelo, estaba de mi lado; de lo contrario, probablemente la que habría terminado en el hospital sería yo. La estaba esperando para tomar un café y conversar. Mis manos temblaban, pero ya no había vuelta atrás.—¡Samantha, cariño! ¿Cómo estás? —Mérida llegó al lugar con la elegancia y frialdad que la caracterizaban, saludándome como si nada grave estuviera ocurriendo.—Un poco nerviosa, la verdad… ¿Y tú? Te ves espectacular.—Lo estoy. Todo marcha según lo previsto. Ayer estuve con Marcelo en el hospital. El pobre está devastado por lo que le pasó a esa estúpida. Deberían haber muerto en el accidente, igual que el chofer. Pero bueno, su final será más lento y doloroso.—¿Entonces… siguen vivas las dos? —pregunté sorprendida. En el fondo, sentí cierto alivio. No había sido parte de la muerte de una niña, aunque también me invadió una amarga sensación de fracaso por n
Punto de vista MarceloLos días seguían pasando, unos más pesados que otros, llenos de una angustia constante en mi pecho. Valeria seguía en coma, y los médicos no daban esperanzas. Decían que, si despertaba, su cuerpo podría quedar marcado para siempre. Pero, sin importar lo que sucediera, siempre estaría a su lado, y también al de Estrella.Así llamé a mi hija, mi preciosa niña, quien a diferencia de Valeria, se recuperaba con una fuerza impresionante. Era una pequeña increíblemente valiente, mucho más fuerte de lo que yo, como su padre, jamás podría ser.Estaba por salir hacia el hospital cuando el timbre de la mansión me sorprendió. Por un momento, casi se me cae la mandíbula al suelo.—Marcelo, ¿cómo estás? —Samantha estaba allí, de pie, con el rostro devastado. Parecía estar pasando por un momento muy difícil.—¿Qué haces aquí, Samantha?—Solo quería hablar contigo. Como sé que no me contestas el teléfono, decidí venir directamente.—¿Qué te hace pensar que si vinieras hasta aqu
Dos meses después Punto de vista Valeria¡Me siento fatal!. Finalmente me van a dar de alta del hospital, pero tendré que usar una silla de ruedas. Marcelo ha sido el hombre más increíble, mostrándome su amor y apoyo sin reservas, pero me duele no poder ofrecerle nada a cambio. Ni siquiera soy capaz de cuidar a mi Estrella como quiero.—¡Hemos llegado a casa, mis princesas! — Marcelo abrió la puerta de la mansión, y fue como si todo un mundo de fantasía hubiera tomado forma en el umbral de la sala. Globos en tonos rosa pastel y una gran variedad de comida adornaban el lugar.Un enorme letrero dorado que decía "Bienvenidos" completaba el esfuerzo de Marcelo, pero lo que realmente me conmovió fue la presencia de personas cercanas.Estaban mi amiga Isa, Teresa, Edward, algunos amigos más, y una cálida bienvenida que me hizo sentir especial.—Mi amor, no debías haberte molestado —le dije a Marcelo, quien se agachó a mi altura y me dio un beso en los labios.—Mi vida, lo único que realmen