Capítulo 29

La voz de Sierra aún me retumbaba en la cabeza como una campana suave pero persistente: “Díselo. Dile que lo amas. ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Que te diga que no?”

Sí, eso era exactamente lo peor. Porque no estaba segura de poder volver a respirar igual si Pietro me miraba a los ojos y me decía que no sentía lo mismo.

Así que, como una cobarde, le dije que pensaría en ello. Aunque sabía que eso era una mentira disfrazada de tiempo.

La cena fue deliciosa, tranquila, con sonrisas y un par de miradas cómplices que me hacían pensar que quizás… quizás sí había algo más en sus ojos cuando me miraba.

Después de eso, terminamos acurrucados en el sofá de la sala principal, uno que tenía vistas enormes al jardín, con la luna colándose por los ventanales. Pietro me abrazaba desde atrás, su brazo fuerte rodeando mi cintura, su mentón apoyado en mi hombro, su aliento cálido acariciándome el cuello de vez en cuando. Estábamos en ropa interior, ambos, cubiertos apenas por una manta liviana que
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