Capítulo 28

Tres días podían parecer una eternidad cuando una parte de ti se iba con esa persona.

Desde que Pietro abordó ese vuelo a Nueva York con Nikolas, algo se sentía incompleto. Aunque la mansión estaba llena de movimiento, de conversaciones con Sierra, de sonrisas compartidas con Agnes y momentos de reflexión, la verdad era una sola: lo extrañaba.

No solo a su presencia física, que era imponente y siempre dejaba un leve aroma a madera y colonia costosa en el aire. Lo extrañaba en los pequeños gestos, como su mano sobre la mía en la mesa, su voz grave diciendo mi nombre o la forma en que me miraba como si el mundo se redujera a ese instante.

El tercer día llegó. Y con él, la ansiedad.

Hermes fue por él al aeropuerto, como siempre. Agnes supervisó que todo en la habitación estuviera perfecto, como si se tratara de una visita de rey.

—¿Nerviosa? —preguntó Sierra desde el marco de la puerta, con una sonrisa traviesa. —es la primera vez que se va por varios días.

—Un poco —admití—. No sé por
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