Capitulo 27

Esa noche, decidí que merecíamos un respiro.

Hermes nos esperaba abajo, puntual como siempre, con el coche negro brillante y esa mirada de mayordomo silencioso que lo hacía parecer salido de una película antigua. Sierra bajó las escaleras con un vestido corto de lentejuelas plateadas que me hizo reír.

—¿Tú estás segura de que esto no es ilegal en este país? —le dije señalando sus piernas.

—Tengo veinticuatro años, gracias. ¿Y tú qué? ¿Vas vestida de primera dama o de reina del hielo?

—De esposa millonaria que aún no sabe si lo es de verdad —le respondí entre risas, mientras me acomodaba el vestido negro de seda que se pegaba como una segunda piel y dejaba mi espalda al descubierto.

Hermes nos abrió la puerta y no dijo palabra, como de costumbre. El viaje fue corto. Al llegar, el guardaespaldas asignado nos esperaba en la entrada del club más exclusivo de la ciudad. No hizo falta dar explicaciones.

Solo con decir el nombre de Pietro Vanderweed, las puertas se abrieron.

Nos condujeron d
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