Sabía bien que Austin me podía pedir esto, justo por eso era que venía preparada y conocía ese movimiento.
—¿Acaso no te vas a sorprender? Por un momento pensé que ibas a hacerlo.
—Te conozco lo suficiente para saber que ibas a pedir eso, al final quieres verme desgraciada e infeliz. No entiendo cómo fue que me vine a fijar en un tipo tan despreciable como tú.
—Yo soy el único buen gusto que has tenido, no como el tal Mateo Montessori. Al final te hice una hija que terminaste perdiendo por idiota.
—Quiero que te repitas eso, quizás te lo termines creyendo. Mateo es mil veces mejor que tú en la cama, y si no le he tenido una hija es porque no se me da la gana, no porque él sea alguien malo en la intimidad.
Paf, una bofetada que me reventó el labio terminó por aterrizar en mi mejilla. El sabor a hierro en mi lengua me hizo darme cuenta de que estaba sangrando demasiado.
—A mí no me vuelves a tocar.
Le dejé ir un golpe en el estómago a Austin, que terminó por tumbarlo en el suelo. Seguid