Rocío seguía sintiendo esa angustia en su pecho, ella miró la urna con las supuestas cenizas de su hija y se acercó para tomarlas entre sus brazos en un intento de calmarse.
Pese a que esto la había logrado calmar en el pasado, ahora no era capaz de conseguir esa paz que tanto deseaba.
—¿Hasta qué punto me has dañado, Austin? —ella miró la ventana y vió el cielo estrellado —. En serio que me pregunto cuándo me vas a dejar en paz, ya me has quitado todo y todavía sigues haciendo mi vida un infierno lento.
Rocío dejó de lado aquella urna, la miró y tuvo un sentimiento totalmente extraño. Al final decidió salir de la habitación y fue al cuarto de Sofía.
—Hola, mi amor —ella acarició el pecho de la bebé que la miraba atentamente —. Lamento no haber estado para ti durante este tiempo, pero hay cosas que rondan mi cabeza y no creo que sea la mejor compañía en estos momentos.
La pequeña solamente sonrió. Rocío iba a irse, pero en el momento en que se dió la vuelta terminó por chocar con el p