Rocío se sintió un tanto atribulada por el aura que aquella mujer emanaba, quería hablar, pero las palabras se agolpaban en su boca y no podía gesticular ni siquiera un solo sonido.
—¿Acaso el ratón te comió la lengua? —El ceño de aquella anciana se frunció más profundamente —anda, habla. Dime en dónde se encuentra Mateo, también tengo entendido que el zángano de Gianluca se encuentra aquí.
—No diga eso de Gianluca —ella se llenó del valor al hablar —. Se lo estoy pidiendo con todo el respeto que se merece.
—¿Acaso eres una de sus nuevas conquistas? Vaya, no es de sorprenderse. En fin, quiero hablar con Mateo, así que te pido de favor que te ocupes de mi equipaje.
—Mateo se encuentra un tanto indispuesto, hay cosas que usted no sabe y espero que deje de lado ese tono cargado de soberbia porque ha venido en un momento demasiado delicado en la mansión Montessori.
—Para ser una empleada, vaya que eres igualada, pero ahora que voy a estar aquí, me encargaré de poner las cosas en su lugar.