Él se sentó a mi lado y me rodeó con los brazos. Y yo me dejé ir. Como un muro que se derrumba al mínimo contacto, me deshice en su abrazo. Lloré en silencio, con la cara escondida en su pecho, mientras él acariciaba mi cabello y susurraba palabras que no llegaba a entender del todo. Solo sentía su calor. Su cercanía.
Y en ese instante, por más breve que fuera, sentí que quizá no estaba tan sola como pensaba.
Zayd aún me sostenía entre sus brazos cuando sentí que ya no podía seguir guardándolo. La confesión me ardía en la garganta como si llevara días atrapada, pidiendo a gritos salir. Y él… él merecía saber. No podía seguir mirándolo a los ojos, fingiendo que todo estaba bien cuando en realidad el suelo bajo mis pies temblaba.
Me separé un poco. Lo suficiente como para mirarlo de frente.
—Zayd… hay algo que necesito decirte.
Él frunció levemente el ceño, atento. Su expresión cambió de la ternura a una alerta silenciosa. Como si su cuerpo supiera que algo importante venía antes, inclu