40: Mi primer amor

Como si hubiera obtenido una respuesta, sentí una corriente de aire que acariciaba mi rostro. Luego de sonreír, cerré el ataúd para que los demás pudieran entrar.

—Listo, amor —miré a Zayd que estaba en compañía de su padre y de su hermana —. No sé si ustedes se van a despedir de ella.

—Ya lo hicimos —Maryam se acercó a mí y me abrazó con fuerza —. Gracias por no dejarnos solos en un momento como este, cuñada.

—No tienes que agradecer, ustedes son mi familia y jamás los voy a dejar solos en un momento difícil —acaricié la espalda de Maryam —mi pequeña hermanita.

Sentí las lágrimas de Maryam deslizarse por mi pecho, ella sollozaba y sabía bien que se quería mantener fuerte.

—Llora, pequeña, llora. Porque al final de cuentas, la persona que se encuentra en ese ataúd es tu madre y sé muy bien el dolor que estás sintiendo en estos momentos.

Qué ironías de la vida, la misma enfermedad que me había arrebatado a mi madre, también lo había hecho con la madre del hombre que amaba. Sabía mejor
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