Clara cortó la llamada, Austin le había dado un poco más de tiempo. Ella salió de la mansión y comenzó a buscar sitios en los que pudiera moverse sin problema, pero tenía toda la seguridad de la propiedad y al parecer habían reforzado esto aún más.
Ella se movió sumamente frustrada, trataba de encontrar un punto ciego que le permitiera moverse sin dificultad.
—Clara —la voz de Mateo la hizo sobresaltar —. ¿Qué te pasa? Caminas de un lado hacia el otro como si fueras un gato encerrado.
—No es nada, señor Mateo. Lo que sucede es que no sé qué hacer, con eso de que la pequeña Sofía no se deja cargar por mí, pues me aburro demasiado en la casa.
—Ya veo, comprendo que debe ser un tanto aburrido estar sin hacer nada. Pero en este caso no hay algo que pueda hacer para cambiar la situación, no puedo obligar a mi sobrina a que te acepte.
—Lo entiendo, pero me preocupa un poco porque no me quiero quedar sin empleo.
—Eso no va a suceder —Mateo se puso a pensar —. ¡Ya sé! Una de las empleadas se