Llegué a mi cuarto y me cambié de ropa. La toalla que Zayd me había colocado en los hombros se encontraba húmeda en mi cama. Al tomarla entre mis manos, la llevé a mi nariz y pude sentir el aroma de mi esposo.
—¿Qué estoy haciendo? Se supone que no debo de estar con este tipo de pensamientos y tampoco gestos. Mi matrimonio es de mera conveniencia y nada más.
Lancé la toalla a la canasta de la ropa sucia y luego de eso me lancé a la cama. Me acosté de lado mientras mi mano descansaba debajo de mi cabeza y se apoyaba en la almohada que tenía olor a lavanda.
—Zayd, en serio, que me tienes intrigada.
Me quedé dormida debido a la pesadez de mi cuerpo. Cuando desperté, no sabía cuántas horas habían pasado, pero ya era de noche.
—Dios —rasqué mi cabeza —. ¿Por qué el tiempo pasa tan rápido?
Al salir del cuarto, miré que Maryam se encontraba agitada. Al verla en ese estado, me pregunté si la señora se encontraba bien.
—¿Le ha pasado algo a tu madre? —me acerqué al verla tan angustiada —. ¿Qué