Me senté en la cama un tanto aturdida, miré la hora y supe que había dormido más de una hora. Zayd se encontraba fresco debido al baño; en cambio, yo me encontraba completamente desastrosa.
—Espera un momento, me quiero ir a duchar. No puedo ir a ver a tu mamá toda sudada y sucia.
—No es necesario, te encuentras perfecta. Ahora vamos y trata de calmarte.
Zayd me tomó del brazo gentilmente y luego de eso nos fuimos a la habitación de su madre. Era la que se encontraba al fondo del pasillo.
—Entra —él se hizo a un lado y abrió la puerta —. No te preocupes, mi mamá no muerde.
Respiré profundamente y al entrar pude ver a aquella señora. Ella se encontraba con un tanque de oxígeno y ya había perdido todo su cabello.
Me quedé helada y sentí un nudo en la garganta al verla. Me recordó tanto a mi madre que fue imposible no contener las lágrimas.
—No llores, pequeña. Hay una frase de un verso que dice: “Muertos no son aquellos que descansan en una tumba fría, muertos son los que tienen el alma