Juniper arregló el uniforme de la criada porque le apretaba demasiado el pecho. Fingió una sonrisa falsa para ocultar su rostro. Los tacones hacían un ruido más fuerte del que hubiera deseado, pero no quería detenerse. Sentía que traicionaba todo lo que sabía con cada paso, pero era la única manera de acercarse a su hijo.
La casa se alzaba imponente, suntuosa e impasible ante el caos que reinaba fuera de sus muros. El plan era denso y asfixiante, y podía presentirlo. Pero no había tiempo para pensar en ello.
Se dijo a sí misma que debía mantener la calma. Al unirse al personal, los pasillos parecían interminables. Apenas la miraban porque estaban demasiado ocupados con sus propios trabajos. Un vistazo rápido a su alrededor no reveló nada fuera de lo normal. Había guardias por todas partes, algo que ya esperaba.
Al entrar en la cocina, el olor a pasteles le aceleró el corazón. Un breve momento de calma antes de la tormenta. Se agachó en un rincón para intentar calmar la respiración, pe