70. ESTÁS SEGURA DE ESO
VICTORIA:
Ricardo frunció levemente el ceño. Su postura rígida, demasiado controlada, dejaba claro que cada palabra debía ser calculada, pero la quietud en su mirada era una señal inequívoca de la batalla silenciosa en su interior.
—No será un obstáculo —afirmó finalmente, pausando brevemente—. Descansa un poco, iré a realizar un recorrido. Reuniré a todos y te llamaré.
—Genial —murmuré, soltando un suspiro mientras me alejaba de él y me dirigía hacia la cama—. De acuerdo, estoy cansada. Me acostaré unas dos horas y luego soy toda tuya.
—¿De veras? —Su pregunta me hizo levantar la cabeza para encontrarme con su extraña mirada, por lo que me apresuré a decir:
—Para trabajar, me refiero. Ahora vete.
Ricardo no respondió de inmediato. Permaneció mirándome fijamente un segundo más, intentando descifrarme. Finalmente, asintió en silencio. Caminó hacia la puerta, con pasos lentos, y antes de cruzar el umbral se detuvo apenas y giró la cabeza.
—Dos horas, Victoria —dijo en un ton