VICTORIA:

Lo miré fijamente; no, no debía decirle que sí, que estaba embarazada quizás de él o de Carlos. El cielo me había dado la oportunidad de salir embarazada, de tener un hijo mío. Después de cinco meses, él no tendría nada que ver conmigo, quizás antes.

—No, no estoy embarazada, solo problemas de mujer que no tengo por qué conversar contigo —dije sin dejar de mirarlo fijamente—. Así que en cinco meses o quizás antes estemos libres el uno del otro.

Ricardo bajó la mano con lentitud, pero no se apartó. Se quedó mirándome por unos largos segundos que se sintieron como horas en el momento en que la tensión está en su máxima expresión.

—No te creo —dijo finalmente, en un susurro lleno de peligro—. ¿Problemas de mujer? ¿Eso es lo que decides decirme ahora?

—Es lo que es. Tengo endometriosis —repliqué, tratando de mantenerme firme pero con el corazón martillando en mi pecho—. Es una enfermedad que provoca muchas anomalías en una mujer.

No me atrevía a mirarlo directamente. R