23. CONTINUACIÓN
RICARDO:
La observé pasar de la furia a la palidez en cuestión de segundos. Una sonrisa sardónica se dibujó en mi rostro mientras la veía desmoronarse frente a mí. Primero su arranque de furia infantil y ahora esto, típico de una niña rica mimada que no sabe manejar sus asuntos.
—¿De veras, Victoria? Vaya, vaya... —dije con tono mordaz, inclinándome hacia adelante sin dejar de mirarla—. Así que la señorita perfecta dejó sus documentos importantes en casa de su ex. ¿En serio? ¿Este es el nivel de incompetencia con el que tengo que lidiar a partir de ahora? ¿Tienes idea del desastre que podría causar tu estupidez?
Victoria se giró a mirarme con una furia asesina. En un segundo, la vi abalanzarse sobre mí como una fiera, agarrándome por la corbata con tanta fuerza que el nudo se me clavó en la garganta.
—¡No te atrevas a hablarme así, maldito imbécil! —rugió, mientras apretaba más el nudo—. ¿Crees que porque me acosté esa noche contigo puedes tratarme como basura? ¡Soy Victoria Montenegr