108. CONTINUACIÓN
VICTORIA:
Despacio, después de desayunar, me dirigí al despacho y abrí la computadora. De inmediato, entré en mi empresa y me puse a estudiar todo lo que había hecho Ricardo en mi ausencia, y quedé complacida. Era, en verdad, un genio, como me había dicho mi tío. No solo había cerrado todos los contratos que yo había dejado inconclusos, sino que las acciones de mi empresa habían subido un diez por ciento.
—Vaya, bebés, papá en verdad es muy bueno en lo que hace —dije, acariciando mi vientre.
En ese momento, mi teléfono sonó con un número desconocido. Dudé si tomarlo, pero la curiosidad prevaleció y lo tomé.
—Hola —respondí.
—Buenos días, señora Victoria —escuché una voz que no reconocí—. Sé que no me conoce, pero necesito encontrar a su esposo Carlos.
—Mi exesposo, y no tengo idea de dónde puede estar, señor —contesté, torciendo el rostro al escuchar ese nombre.
—¿Seguro? —preguntó con desconfianza—. Me dijo la última vez que usted siempre sabía dónde él estaba.
—Le aseg