107. DULCE AMOR

VICTORIA:

El día había amanecido radiante. Parecía que era el anuncio del inicio de una nueva vida. Las náuseas matutinas me atacaron, y para mi sorpresa, Ricardo sujetó mi cabello mientras vomitaba, para luego escucharlo decir:

—Bebés, no hagan sufrir a mamá de esa manera. —Lo miré incrédula; su rostro mostraba una gentileza que nunca le había visto dirigida a mí.

—Toma agua, enjuágate la boca. El agua está caliente, no te demores mucho y ten cuidado, no vayas a resbalar en la bañera. Si me permites, te ayudo a bañarte.

No dije nada; me sentía extraña ante tanta amabilidad de su parte. Además, me sentía realmente mal. Me ayudó a desvestirme y, con sumo cuidado, me aguantó al entrar a la bañera, con el miedo reflejado en su mirada. Y, a una velocidad que no esperaba, se desvistió y se metió conmigo, comenzando a bañarme con delicadeza.

—Ricardo, estar embarazada no es una enfermedad —dije, tratando de quitar el jabón para hacerlo yo.

—El doctor dijo que debías evitar hacer m
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