VICTORIA:
Descendimos despacio en la casa y vi cómo Octavio descendía del auto negro que nos había acompañado. Me preocupé; todavía no se había recuperado del todo. Caminé a su encuentro y lo regañé.
—Tío Octavio, no debes andar detrás de nosotros —dije, tomando su brazo mientras nos dirigíamos al interior. Ricardo nos seguía en silencio—. Toma esta carpeta, es todo lo que investigó mi esposo. —Señora Victoria, no me diga eso. No volveré a fallarle a sus padres —dijo con firmeza—. Ya puse a todos mis contactos a averiguar. Por lo pronto, todos los guardias nuevos son fieles al señor Ricardo. Miré a Ricardo, que se soltaba su corbata, y me dijo que era cierto. Los había sustituido por todos los conocidos suyos de confianza; la mayoría eran huérfanos. No d