VICTORIA:
Ricardo apretó los labios, un gesto que había aprendido a reconocer cuando evitaba discutir, pero tampoco estaba dispuesto a ceder por completo. Su silencio empezó a incomodarme. Esta conversación era de gran importancia para la vida que continuaba, esa que decía querer tener a mi lado y la de nuestros hijos.
—¿Me escuchaste? —insistí, queriendo dejar claro ese punto, aunque el temblor en mi voz, que no pude esconder por completo, me traicionó. Sí, tenía un miedo visceral de que me arrebataran a mis dos preciosos hijos en mi vientre. Inconscientemente, llevé mis manos allí, queriendo protegerlos de todo y de todos, con Ricardo o sin él. Su mirada siguió mis manos y apoyó rápidamente una suya sobre las mías. —No le diré nada a nadie, Victoria —respondió al fin, aunque sus ojos