Durante las semanas siguientes al inesperado reencuentro, Vanya y Marfil comenzaron a reconstruir, poco a poco, los puentes que el tiempo y la distancia habían debilitado. Aquella tarde en la que hablaron a solas fue solo el inicio.

Marfil, aunque reservada, le confió a Vanya lo más esencial de su situación actual. No entró en cada uno de los detalles, pero sí compartió con honestidad lo necesario: los motivos de su cambio de vida, la separación y el divorcio. Vanya escuchaba con atención, a ratos sorprendida, a ratos compasiva, pero siempre dispuesta a apoyar.

A partir de ese día, la comunicación entre ambas comenzó a hacerse más frecuente. No todos los días, pero sí con una constancia que ya era mucho decir para Marfil, que solía aislarse de todos.

Durante el primer mes, Vanya la visitó varias veces. Algunas venía sola, otras lo hacía acompañada de su novio. También hubo ocasiones en que los tres salían juntos, iban a alguna cafetería cercana, compartían una charla ligera o se perdí