Al día siguiente, en la universidad, Lucas divisó a Marfil caminando cerca de los pasillos externos que rodeaban el campus. Estaba sola, así que, sin dudarlo, la llamó por su nombre con un tono serio.—Marfil —pronunció.Marfil se detuvo al oír su voz. Se giró lentamente, como si no esperara que él le estuviera hablando, y sus cejas se alzaron en una expresión de sorpresa disimulada con escepticismo. Lo observó por un momento, evaluando si debía acercarse o no, pero al final dio un par de pasos en su dirección.—Lucas —articuló ella—. No esperaba que vinieras tú a buscarme.Lucas, sin querer dar rodeos, cruzó el espacio que los separaba hasta quedar frente a ella. Había muchas cosas que podría haberle dicho, pero en ese momento solo había una que le urgía más que ninguna.—¿Por qué fuiste ayer al negocio? —preguntó, mirándola directamente a los ojos, sin rastro de duda en la voz.Marfil sostuvo su mirada por unos segundos antes de sonreír con una tranquilidad que a él le resultó exaspe
Lucas dio un paso hacia atrás. No quería seguir allí. Había dicho suficiente. Y aún así, faltaba una última cosa.—También vine para dejar algo claro —dijo, enderezando los hombros—. No quiero que vuelvas a aparecer por mi trabajo. No me busques más. No me escribas. No me llames. No quiero recibir más mensajes tuyos ni tener que devolverte una sola llamada.Marfil lo miró con sorpresa, pero no alcanzó a decir nada.—Te dije en su momento que podías contar conmigo si necesitabas algo —prosiguió él—. Pero he cambiado de parecer. Lo siento, pero ya no puedes contar conmigo para nada. Si necesitas ayuda, ahí está Richard. Él es el que debería estar para ti, porque fue a él a quien escogiste. Lucas hizo una breve pausa antes de dar el golpe final.—Y si tienes dudas sobre la anulación del matrimonio, háblalo con Richard. Al fin y al cabo, es su abogado quien está encargándose de ello. Tú y yo ya no tenemos nada que tratar.Marfil entrecerró los párpados, dejando caer una sonrisa que era m
Marfil fingió una sonrisa. Una de esas que se dibujan con precisión mecánica pero que no alcanzan a tocar los ojos.—Vaya —murmuró—. No pierden el tiempo, ¿eh?Intentó sonar irónica, como si no le importara. Pero el esfuerzo por ocultar su enfado era evidente. Cada palabra pronunciada con esa falsa serenidad llevaba dentro una carga de fuego.Lucas la observó sin ceder, como si aquella sonrisa suya no lo engañara ni por un segundo.—Hicimos el amor tantas veces que al fin logré borrar tu fragancia de mi piel.—No —replicó, con una calma repentina que resultaba inquietante—. Eso no es cierto, Lucas. Tú puedes tener sexo con ella todas las veces que quieras. Pero hacer el amor… eso no. Jamás vas a poder hacerle el amor a esa chica.Lucas frunció el ceño, visiblemente molesto.—¿Y por qué estás tan segura?Marfil dio un paso hacia él. —Porque tú me quieres a mí —dijo con firmeza, con una seguridad rota pero persistente—. Y eso... eso no va a cambiar. Por más que te esfuerces por apartar
Era un día soleado cuando Kisa caminaba por la calle en dirección a la parada de autobús, intentando calmar los nervios que le retumbaban en el pecho. Llevaba puesta una falda elegante y una camisa blanca de vestir, buscando proyectar un aire profesional pero cómodo. En sus manos llevaba una carpeta, con todos sus documentos importantes apretados con fuerza contra su pecho. Cada tanto, sus dedos tamborileaban sobre la cubierta, como si la presión de sostenerla la ayudara a mantenerse enfocada."Mi nombre es Kisa Maidana, tengo 23 años…" murmuraba en voz baja, repasando en su cabeza cómo iba a presentarse. Se repetía una y otra vez sus respuestas, practicando cómo sonaría todo: desde la presentación hasta la explicación de sus habilidades y de por qué creía que podía aportar algo a esa empresa tan distinguida.No se había hecho muchas ilusiones cuando envió su solicitud en el área de "gestión de llamadas" en la prestigiosa empresa automotriz "Fankhauser Aether Motors". Honestamente, pe
Kisa extrajo su celular de su pequeña cartera y sus dedos temblaron un poco mientras marcaba el número de emergencias. Sabía que no podía hacer más por su cuenta, pero tenía claro que no dejaría sola a esa niña ni por un segundo.La mujer se agachó de nuevo y tomó el rostro de la pequeña entre sus manos, secándole las lágrimas con la delicadeza de quien sostiene algo frágil. La niña seguía llorando, su carita estaba roja y húmeda, y los mocos se mezclaban con sus lágrimas.—Hiciste muy bien en pedir ayuda, eres una chica valiente —manifestó Kisa, con una voz suave y tranquilizadora, aunque su pecho aún estaba apretado por la preocupación.La niña sollozó, pero asintió débilmente mientras Kisa seguía limpiándole la cara con cuidado.—Ahora llamaré a alguien para que lleve a tu papá al hospital, ¿está bien? —agregó, acariciándole el cabello para calmarla un poco más.La niña asintió de nuevo con la respiración aún temblorosa, pero empezando a regularse. Kisa finalmente marcó al número y
Los paramédicos comenzaron a trabajar en Royal con rapidez y precisión. Uno de ellos colocó un pulsioxímetro en su dedo para medir la saturación de oxígeno y la frecuencia cardíaca, mientras el otro palpaba la arteria carótida en su cuello para confirmar la presencia de pulso.—Tiene pulso, pero es extremadamente débil. No supera los 40 latidos por minuto —dijo el primero.—Respira, pero la ventilación es superficial. Vamos a colocar oxígeno.Con movimientos rápidos, ajustaron una mascarilla de oxígeno en el rostro de Royal. Mientras tanto, el otro paramédico preparaba un monitor cardíaco. Le colocaron electrodos adhesivos en el pecho, conectando los cables para obtener un electrocardiograma.—Bradicardia severa, podría entrar en paro si no se estabiliza —expuso uno de ellos.Mientras tanto, Kisa observaba todo con nerviosismo. No entendía términos médicos, pero escuchando que su pulso era débil y que podía entrar en paro, era fácil deducir que su situación no era nada buena. Por for
El equipo médico comenzó su trabajo de inmediato, pero las condiciones del paciente parecían cada vez más desconcertantes. La enfermera conectó rápidamente el monitor de signos vitales, esperando al menos ver alguna señal mínima de vida. Pero la pantalla permaneció en blanco, mostrando una línea plana, sin actividad cardíaca. El médico, un hombre experimentado con años de práctica en emergencias, se acercó al paciente con calma, pero su rostro reflejaba la seriedad del momento.—No hay signos vitales —dijo, mientras comenzaba a revisar manualmente las pulsaciones en el cuello y la muñeca del hombre, buscando alguna señal de vida en las arterias principales. Sin embargo, las dos pruebas fueron negativas. Ningún pulso detectable. Por lo tanto, procedió a la reanimación, realizando compresiones torácicas. Sin embargo, no hubo respuesta favorable.El médico suspiró, no sorprendido, pero preocupado por la inusitada rapidez con que el hombre había colapsado. Miró al equipo con una mirada de
Kisa se volvió hacia Coral, que seguía dormida en su regazo, ajena a todo lo que había sucedido. Kisa abrazó más fuerte a la niña, susurrándole palabras de consuelo mientras trataba de encontrar una forma de enfrentar lo que venía.La mujer, aún abrazando a Coral, miró al médico con un aire de incertidumbre mientras trataba de procesar la noticia. Después de un silencio incómodo, en el que solo se oían los suaves suspiros de la niña dormida, el médico habló.—Hemos revisado sus pertenencias. Está identificado, tenemos su documento de identidad y todo está en orden. El problema es que no encontramos ningún número de contacto de emergencia. Su teléfono está bloqueado, no podemos acceder a él, y no hay ningún registro que nos ayude a contactarlos.Kisa asintió, sintiendo un nudo en el estómago. El pensamiento de que el hombre estuviera allí, solo, sin que nadie supiera qué había sucedido, le causaba un profundo malestar. Además, la niña en sus brazos, tan vulnerable, no merecía pasar por