—¿A qué vino esa mujer? ¿Por qué está aquí? —cuestionó Marissa con un tono apenas disimulado de incomodidad. Lucas no contestó. Su mirada se mantuvo incrustada en Marfil, como si por un segundo el tiempo se hubiera ralentizado, arrastrándolo a una dimensión paralela donde solo existían esa figura en la entrada y el hormigueo persistente que recorría su espina dorsal.Había algo distinto en ella.En ese momento, Marfil no estaba vestida como solía hacerlo cuando iba a la universidad, ni cuando salía con Lucas. A decir verdad, siempre fue elegante, coqueta incluso, pero se mantenía dentro de los márgenes de lo casual. Esta vez, no. Esta vez había hecho una elección muy clara.Tenía puesto un vestido celeste otoñal —ya que la temporada había llegado—, el cual no ocultaba sino que delineaba cada curva de su cuerpo. La ropa se ajustaba perfectamente a su figura, acompañado por un cinturón negro que ceñía su cintura con tal precisión que su silueta se volvía casi irreal. Llevaba medias fin
Incluso Lucas quedó desconcertado por la crudeza de lo que Marfil acababa de decir. Su rostro se tensó, pero no podía perder el control. No ahora, y mucho menos permitir que Marissa lo hiciera.Ella giró de golpe, dando dos pasos más hacia Marfil, como si fuera a encararla de nuevo, tal vez incluso dispuesta a levantarle la mano. Sin embargo, Lucas lo vio venir y actuó con rapidez. Esta vez la sujetó con más fuerza, sin brusquedad, pero con una presión sólida que le dejó claro que no la iba a soltar.—Por favor, Marissa —le rogó—. No te dejes provocar. Ven conmigo…Ella respiró con dificultad, pero tras unos segundos de contención, cedió. Lucas la guió tras el mostrador, y juntos desaparecieron en dirección al área privada del local, dejando a Marfil sola… aunque no derrotada.Lucas condujo a Marissa hasta una habitación al fondo del local, una especie de depósito reconvertido en área privada. Las paredes estaban cubiertas por estanterías repletas de cajas, utensilios de limpieza y ar
Lucas sintió que la cabeza le daba vueltas. Nunca había estado en una posición así. La presión lo desbordaba. No sabía si debía ceder y entregarle el teléfono solo para calmar las aguas, o si debía pararse firme y negarse, poner un límite. La idea de entregárselo no le asustaba por lo que pudiera encontrar —no tenía nada que ocultar—, sino por lo que ese gesto podría significar a futuro. ¿Era ese el inicio de algo más oscuro? ¿Era ese el punto de quiebre donde la confianza se volvía vigilancia, y la pareja se convertía en juez y acusado?Nunca había imaginado que Marissa llegaría tan lejos, al punto de exigirle acceso a su privacidad como si fuera una obligación moral. Se quedó en silencio, tratando de ordenar sus pensamientos, pero esa pausa solo avivó la tensión entre ambos.—¿Qué pasa? —insistió Marissa, con el ceño fruncido—. ¿No me lo vas a dar? ¿Estás escondiendo algo, Lucas? ¿Por eso dudas?—No, no estoy ocultando nada —expresó—. Pero tengo miedo de lo que venga después. No po
Lucas la observó con el corazón oprimido. Cada palabra que salía de la boca de Marissa lo atravesaba como una lanza. Estaba viendo en tiempo real cómo la ansiedad la devoraba, cómo esa angustia constante por perderlo la estaba consumiendo. Y sintió una culpa insoportable, porque él había sido quien abrió esa puerta, quien dejó entrar a Marfil otra vez en sus vidas, aunque no con intención. Le dolía verla así: rota, vulnerable, siendo apenas una sombra de la mujer decidida que conoció. Esa que siempre tuvo las ideas claras, que sabía cómo cuidarse y cómo poner límites. Ahora estaba perdida, derrumbada.Y sin pensarlo más, Lucas la abrazó. La envolvió con sus brazos como si quisiera protegerla del mundo, de sus propios pensamientos, de ese monstruo invisible que era la incertidumbre. Marissa se aferró a él, como una náufraga al último pedazo de madera en un mar revuelto. Se dejó caer contra su pecho, sin resistencia, permitiendo que él la contuviera mientras el llanto le sacudía el cuer
Al día siguiente, en la universidad, Lucas divisó a Marfil caminando cerca de los pasillos externos que rodeaban el campus. Estaba sola, así que, sin dudarlo, la llamó por su nombre con un tono serio.—Marfil —pronunció.Marfil se detuvo al oír su voz. Se giró lentamente, como si no esperara que él le estuviera hablando, y sus cejas se alzaron en una expresión de sorpresa disimulada con escepticismo. Lo observó por un momento, evaluando si debía acercarse o no, pero al final dio un par de pasos en su dirección.—Lucas —articuló ella—. No esperaba que vinieras tú a buscarme.Lucas, sin querer dar rodeos, cruzó el espacio que los separaba hasta quedar frente a ella. Había muchas cosas que podría haberle dicho, pero en ese momento solo había una que le urgía más que ninguna.—¿Por qué fuiste ayer al negocio? —preguntó, mirándola directamente a los ojos, sin rastro de duda en la voz.Marfil sostuvo su mirada por unos segundos antes de sonreír con una tranquilidad que a él le resultó exaspe
Lucas dio un paso hacia atrás. No quería seguir allí. Había dicho suficiente. Y aún así, faltaba una última cosa.—También vine para dejar algo claro —dijo, enderezando los hombros—. No quiero que vuelvas a aparecer por mi trabajo. No me busques más. No me escribas. No me llames. No quiero recibir más mensajes tuyos ni tener que devolverte una sola llamada.Marfil lo miró con sorpresa, pero no alcanzó a decir nada.—Te dije en su momento que podías contar conmigo si necesitabas algo —prosiguió él—. Pero he cambiado de parecer. Lo siento, pero ya no puedes contar conmigo para nada. Si necesitas ayuda, ahí está Richard. Él es el que debería estar para ti, porque fue a él a quien escogiste. Lucas hizo una breve pausa antes de dar el golpe final.—Y si tienes dudas sobre la anulación del matrimonio, háblalo con Richard. Al fin y al cabo, es su abogado quien está encargándose de ello. Tú y yo ya no tenemos nada que tratar.Marfil entrecerró los párpados, dejando caer una sonrisa que era m
Marfil fingió una sonrisa. Una de esas que se dibujan con precisión mecánica pero que no alcanzan a tocar los ojos.—Vaya —murmuró—. No pierden el tiempo, ¿eh?Intentó sonar irónica, como si no le importara. Pero el esfuerzo por ocultar su enfado era evidente. Cada palabra pronunciada con esa falsa serenidad llevaba dentro una carga de fuego.Lucas la observó sin ceder, como si aquella sonrisa suya no lo engañara ni por un segundo.—Hicimos el amor tantas veces que al fin logré borrar tu fragancia de mi piel.—No —replicó, con una calma repentina que resultaba inquietante—. Eso no es cierto, Lucas. Tú puedes tener sexo con ella todas las veces que quieras. Pero hacer el amor… eso no. Jamás vas a poder hacerle el amor a esa chica.Lucas frunció el ceño, visiblemente molesto.—¿Y por qué estás tan segura?Marfil dio un paso hacia él. —Porque tú me quieres a mí —dijo con firmeza, con una seguridad rota pero persistente—. Y eso... eso no va a cambiar. Por más que te esfuerces por apartar
Era un día soleado cuando Kisa caminaba por la calle en dirección a la parada de autobús, intentando calmar los nervios que le retumbaban en el pecho. Llevaba puesta una falda elegante y una camisa blanca de vestir, buscando proyectar un aire profesional pero cómodo. En sus manos llevaba una carpeta, con todos sus documentos importantes apretados con fuerza contra su pecho. Cada tanto, sus dedos tamborileaban sobre la cubierta, como si la presión de sostenerla la ayudara a mantenerse enfocada."Mi nombre es Kisa Maidana, tengo 23 años…" murmuraba en voz baja, repasando en su cabeza cómo iba a presentarse. Se repetía una y otra vez sus respuestas, practicando cómo sonaría todo: desde la presentación hasta la explicación de sus habilidades y de por qué creía que podía aportar algo a esa empresa tan distinguida.No se había hecho muchas ilusiones cuando envió su solicitud en el área de "gestión de llamadas" en la prestigiosa empresa automotriz "Fankhauser Aether Motors". Honestamente, pe