Samanta
Sentía que mi corazón podría salir corriendo de mi pecho en cualquier momento; podía escuchar los latidos cada vez más fuertes. Llevé una mano sobre mi pecho y respiré profundamente, inhalando lento. Me acomodé el cabello y, por fin, sonreí al ver a Emilia salir corriendo del colegio.
—¡Hola, Cham! —mi hermanita corrió a mis brazos y la recibí con un beso sobre su frente.
—¿Cómo estuvo tu día? —pregunté con una sonrisa. Le quité la mochila de los hombros y la coloqué en los asientos traseros de mi automóvil.
—¡Hice un amigo nuevo, Cham!
—Eso es genial Emi, ¿Cómo se llama tu amigo? —le sonreí con alegría. Esto era una buena noticia, seguro que mamá se sentiría feliz.
—Ismael, pero no va a mi clase.
Empecé a hiperventilar cuando vi a lo lejos precisamente a quien no quería ver. Le hice un gesto a mi hermana para que se subiera al automóvil, pero ella siguió hablando muy emocionada sobre su nuevo amigo. La verdad, no logré escuchar nada de lo que salía de su boca; estaba comenzan