Un año después.
Mora estaba frente al espejo, peinando su largo cabello con lentitud, quería lucir hermosa para Darrel. No era un día cualquiera. Era un día especial, un día que había esperado con tanto anhelo: su primer aniversario de bodas.
A pesar de la ocasión, la alegría que debía llenar su pecho se había convertido en una pesada carga que aplastaba su corazón.
Miró su anillo, el símbolo de su promesa. Lo giró entre sus dedos, observando el brillo frío de la joya mientras pensaba:
«¿Por qué no he logrado enamorarte, Darrel? ¿Debería dejarte ir?».
Esa pregunta la había atormentado durante meses, y aunque trataba de ignorarla, siempre regresaba, como una sombra que se interponía en su felicidad.
Se aplicó el labial, con la misma precisión que siempre, y roció su perfume favorito. Era el mismo ritual de siempre antes de preparar la cena para él.
Pero hoy, el gesto que normalmente la reconfortaba, no hacía más que recordarle lo vacía que se sentía.
Algo dentro de ella sabía que este