El doctor ingresó a la habitación con una carpeta en mano y una sonrisa tranquila en su rostro, lo que de inmediato llenó el ambiente de un leve alivio. Bernardo, recostado en la cama, apenas podía contener su ansiedad. Cecilia, sentada junto a él, sostuvo su mano con fuerza, rezando en silencio.
—Bueno, Bernardo, tengo buenas noticias —anunció el doctor con tono sereno, mientras revisaba las notas—. La operación fue todo un éxito.
Los ojos de Bernardo se iluminaron.
—¿De verdad? ¿Ya estoy bien? —preguntó, aferrándose a cada palabra.
—Ha sido un gran avance. Tienes sensibilidad en tus extremidades, y lo más importante, has comenzado a recuperar la movilidad. Ahora dependerá de ti y de tu disciplina en las terapias para que tus músculos y tu columna vertebral se fortalezcan.
—¡Haré todo lo que sea necesario! —exclamó Bernardo con un brillo de determinación en los ojos, mientras sus labios temblaban por la emoción.
El doctor sonrió.
—Esa es la actitud. En unos días comenzarás la rehabili