Franco sostuvo los resultados en sus manos por unos segundos, como si el papel pesara tanto como las emociones contenidas en ese instante.
Finalmente, con una mezcla de alivio y determinación, los extendió hacia Suzy. Ella los tomó con manos temblorosas, y al leerlos, sus ojos se abrieron desmesuradamente, reflejando incredulidad y rabia.
Levantó la mirada hacia Claudia, quien permanecía frente a ellos con una sonrisa nerviosa que apenas podía sostener.
Suzy sintió que una furia contenida ardía en su pecho. ¿Cómo era posible que alguien pudiera mentir con tanta descaro?
—¡Deja tus mentiras y falsedades, Claudia! —exclamó Suzy con una voz firme, que resonó incluso más fuerte que el bullicio de los curiosos alrededor—. ¿Cómo puedes ser tan cruel?
Franco, aun con los resultados en la mano, alzó la voz para apoyar a Suzy:
—¡Es negativo! —anunció, dejando caer las palabras como un golpe final—. Tu hijo no es mío, Claudia. ¿A quién intentas engañar?
El rostro de Claudia palideció en un insta