••Narra Kiara••
Por suerte, el sol de esta ciudad parecía no brillar fuertemente, de lo contrario, ya me habría desmayado. No estaba acostumbrada a pasar tanto tiempo expuesta a la luz del día a pesar de tener bloqueador. Y aún así, preferí sentarme en la banqueta antes que pasar a uno de esos hoteles de dudosa seguridad.
Algunas hombres salían de esos lugares con gesto de haber ingerido cinco botellas de vodka. Otros, parecían tan animado y felices como si acabaran de ganar la lotería. Y sinceramente, prefería a los primeros, ya que no tenían suficiente energía para mirarme y pasar diciéndome cosas que no era capaz de entender por el idioma, como hacían los segundos.
El perrito de tres patitas al que había llamado Cafecito por su color, se había mantenido a mi lado, acostado mientras que le acariciaba las orejitas. Traté de averiguar su raza, pero no se parecía a ningún perro que haya visto antes. Era grande, pero su cola, orejas y forma del rostro, no era el de ninguna raza e