••Narra Alexander••
Los gemidos de Kiara llenaban el tubo de aluminio en el que volábamos. No podía controlarlos o no sabía, pero tampoco me importaba. Escucharla era como música para mis oídos. Ver cómo se rendía ante mí, como se retorcía ante el placer que yo le provocaba. Era justo con lo que había fantaseado desde antes de casarnos.
Ella no confiaba en mí, en quién era y en lo que podría hacer. No iba a negar que sentir su rechazo, su miedo a mi reacción, era como ser apuñalado en el hígado, pero al menos, su cuerpo era plenamente honesto mientras se estremecía.
Había decidido dejar el tema atrás. Ya yo sabía quién era, pero quería escucharlo de su boca, que pensara en mí como un esposo que podía proteger a su esposa, pero para ella seguía siendo su carcelero.
Su palpitante clítoris no dejaba de exigir mi atención y yo por supuesto estaba dispuesto a dárselo. Traté de mantener la calma durante el viaje, de fingir que la sangre no me hervía ante su falta de confianza, la