—¿Guardaespaldas? —repetí, incrédula.
—Sí, Kiara. Los contraté para que nos cuidaran después de que te atacaron en el hotel —Su frente estaba arrugada por la confusión.
Sentí que el corazón se me iba a salir del pecho.
Pensé que lo iban a matar, que le iban a disparar. y se desangraría en el suelo.
Me llevé una mano a la boca, cubriéndola, porque tenía miedo de lo que fuera a salir de mi garganta.
—Pero, por lo que veo, son unos incompetentes —añadió. Por la distancia, dudaba mucho que lo estuvieran escuchando —. Porque les ordené que nos siguieran de lejos, disimuladamente, para que las personas no sospecharan que eran guardaespaldas, pero resultaron ser una reverenda estafa ya que te diste cuenta.
—No entiendo —Bajé la mano, liberando mi boca. En su lugar, lo tomé con fuerza de uno de sus brazos, estrechándolo contra mi diafragma. No sé por qué, pero sentía una gran necesidad de tenerlo cerca. Tal vez se debía al hecho de que creí que moriría—. ¿Por qué les pediste que nos sig