Las palabras flotaron en el aire, pero Alexander no respondió. En su lugar, caminó, lento y seguro, con sus manos en los bolsillos.
Su respuesta era definitiva. Si me rechazaba, no solo habría perdido la oportunidad de oro con mi “movimiento estrella” también le habría dado razones nuevas a mi padre para que se moleste y se desquite con mi madre.
Alexander debía responder que sí, debía aceptar. Era la única opción que yo tenía para sobrellevar la situación. Pero conociéndolo, era capaz de negarse u quedar frente a todos como un ogro con tal de no darme la razón.
Tragué saliva al verlo subir las escaleras con aquella aura impasible e inquebrantable. Se paró frente a mí y apreté el micrófono con más fuerza, sintiendo como mi corazón parecía querer salirse de mi pecho en este preciso momento.
Sus ojos grises jamás se apartaron de los míos. Podía sentirlo evaluándome. De pronto, su mano de cerró sobre la mía, en la que tenía el micrófono y lo dirigió a su rostro. Un estremecimiento me