••Narra Alexander••
Me sentía extasiado por la maniobra de Kiara, pero al mismo tiempo, molesto de haber sido utilizado. Pero no podía negar que se me puso duro ver como mi tímida e introvertida esposa se atrevió a hacerme una jugada en frente de tantas personas. Él valor que estaba desarrollando me causaba un placentero cosquilleo en la piel.
Y aún así, quería discutir con ella, castigarla. Porque la única forma que conocía de comunicarme con las personas, era doblegándolos. Para eso me educó mi abuelo, mi padre. Si una persona quería huir de mí, tenía que hacerlo arrodillarse hasta que no pudiera levantarse. Así no seguiría intentándolo.
Y eso es lo que he estado haciendo con Kiara, porque prefería que se quedara a mí lado, odiándome, en lugar de dejarla ir. Y me conformé con eso durante años, con su distanciamiento, su miedo, su falta de opinión. Después de todo, yo sabía que ella me despreciaba y amaba al imbécil de Kent. Pero en esta semana caótica, donde conseguí compartir