••Narra Kiara••
Los ojos me pesaban, sintiendo como la oscuridad me consumía. El estómago me rugía con fuerza. Por suerte, no había nadie que presenciara la orquesta en la que se había convertido mi débil estómago. Cuando vivía con mi padre comía poco, normalmente, me alimentaba de las sobras que él dejaba. Ya estaba acostumbrada a pasar hambre. O eso creí. Tres años viviendo en esta mansión con mis tres comidas diarias más todo lo que se me antojara, me había vuelto débil. Antes soportaba los maltratos con facilidad, pero… Ahora, estaba fuera de forma.
Aunque… ¿Eso no debería ser lo normal, no estar acostumbrado a los maltratos?
Me relamí los resecos labios y moví mis piernas, sintiendo estas pesadas, como si hubiera corrido una maratón, pero al menos las movía. A diferencia de mis brazos, quienes parecían fijados, ya que por más que trataba, estos no se movían. Con dificultad, abrí los ojos.
Estaba en la cama de mi antigua habitación, con la luz de la luna filtrándose por la v