Ernesto Robles vive abatido después de que el amor de su vida, lo dejó. Desde entonces, se siente incompleto y ha decidido congelar su preciado corazón y buscar solo el placer que le puedan ofrecer. Aline era la persona que más lo había amado, alumbraba el camino de él, infundiéndole esperanzas; sin embargo, aunque lo amó tanto, no pudo con la idea de una traición. Esto lo llevará a dejarlo y tiempo después sufrir un terrible accidente, del que no se volverá a saber de ella. Las cenizas de aquel amor, harán que Ernesto no pueda ser feliz, ni continuar con su vida. Por lo que al borde la locura, decide irse de viaje y desaparecer, sin imaginar que el destino lo moverá al lugar en donde aquella sombra volverá, para perturbar su alma. Dándole la posibilidad de encontrar una segunda oportunidad. ¿Logrará sacarla de su corazón? ¿Habrá alguna esperanza para volver a encontrar el amor? Historia registrada: SafeCreative: 2206081331257 Prohibida su reproducción parcial o total.
Leer másCiudad de México.
Debido a un mal tiempo en el norte del país, un frente frío sorprendió a la metrópoli. Ernesto descendió del Uber, unas calles antes de llegar al apartamento al que se dirigía; luego de que el auto, quedó varado sobre el tráfico de la urbe.
En cuanto se acercó a la banqueta, cerró su chaqueta buscando sentir un poco más de calor en su cuerpo; entonces, comenzó correr con urgencia en dirección a los edificios donde Aline vivía. Su corazón palpitaba con fuerza, deseando llegar hasta ahí. Hacía dos meses que no sabía nada de ella, y ahora que se enteró que había vuelto, por el aviso de una vecina. No podía desperdiciar esa oportunidad.
Mientras proseguía, un par de lágrimas rodaron sobre sus mejillas, las cuales limpió con el dorso de su mano, y prosiguió su andar con la esperanza de poder hablar con ella. Aunque aún tenía una gran bruma en su mente, sobre lo ocurrido ocho semanas atrás, y que fue la razón que llevó a que ella lo dejara.
Deseaba con toda su alma poder estrecharla entre sus firmes brazos, que se reflejara en su mirada y se diera cuenta de lo que le hacía sentir.
—No voy a quitar el dedo del renglón hasta que me escuches —expresó agitado.
Al llegar frente al apartamento, abrió la puerta y retiró la chaqueta colocándola sobre el perchero.
—Aline —pronunció con la voz temblorosa—. Bicho, necesito que me escuches, por favor —suplicó.
El joven percibió con claridad que la puerta de la alcoba se abrió; además, de que unas suaves pisadas acompasaban el silencio del interior.
—¿Ernesto?
La voz de una sorprendida joven, se escuchó.
—¡Azul! —Ernesto pronunció con la voz entrecortada, lleno de decepción, al ver a la prima de su chica. — ¿Y Aline? —cuestionó con voz trémula.
—No está aquí —respondió con tristeza—. Hablé con ella hace un par de semanas, me prestó por un par de noches su piso —explicó sintiendo pesar al ver el rostro lleno de dolor de Ernesto.
—¿A dónde se fue?, por favor dímelo —suplicó—. Necesito encontrarla, hablar con ella; me estoy volviendo loco de desesperación.
Azul resopló.
—Lo lamento, no quiso decirme, sabe el cariño que te tengo, y que no te podría ocultar en dónde está —explicó.
Una capa de lágrimas nubló la visión del joven Robles, su corazón ardió como nunca lo había hecho y se dejó caer al suelo, sintiéndose derrotado.
—Me queda claro que ha decidido olvidarme. —Presionó con fuerza sus puños y permaneció pensativo.
«¿Cómo haría para arrancarse de tajo todo el amor que sentía por Aline?». «¿Lo lograría?».
***Sierra Tarahumara, Chihuahua.
Una fuerte lluvia azotaba la reducida carretera de la cordillera por la que descendía el autobús en donde iba Aline, quien intentaba observar el camino a través de la ventanilla de su lugar, sintiendo gran nerviosismo.
Su corazón palpitaba con agitación al haberse dado cuenta de los deslaves que se encontraban en aquel estrecho camino. Además, estaba resbaloso por el barro que desprendía la montaña. Los limpiaparabrisas del viejo camión urbano, se movían con rapidez intentando permitirle tener algo de visibilidad al chofer; sin embargo, no lo lograba del todo.
Una joven castaña que se encontraba a un lado de Aline, sin poder evitarlo, tomó la mano de la chica y presionó con fuerza, ante el nerviosismo que la embargaba. Ambas se miraron unos instantes. No necesitaban decir nada para comprender que las dos sentían mucho temor. Giraron y se dieron cuenta que toda la gente iban inquietas, sujetándose con fuerza de sus asientos, además que algunas personas en ciertos momentos gritaban asustados al igual ellas.
—Tengo miedo —dijo la joven que compartía el asiento con Aline, además que la mirada de la chica estaba cristalizada.
Aline resopló, presionó con fuerza el agarre de aquella desconocida.
—También yo. —Colocó su mano libre sobre su vientre y su mirada liberó una lágrima solitaria. Al intentar despejar su mente, recordó aquellos ojos aceitunados, sin poder evitarlo, su corazón latió con bravura, de forma agitada al rememorar en la causa por la que decidió regresar a la ciudad de México.
—Necesitamos hablar, espero que puedas perdóname, mi amor —expresó con la voz llena de dolor.
Segundos después, sus ojos se abrieron de par en par, al percibir unas luces descender con rapidez, en una curva. Los pasajeros, al igual que Aline, distinguieron que un camión de carga, se acercaba invadiendo ambos carriles. Por lo que el chofer intentó virar para impedir impactarse de frente. Sin poder evitarlo, el autobús, salió de la carretera perdiendo el control, golpeando con los árboles que se encontraban a los alrededores, hasta que dio varios giros, continuando aquella caída, para al final llegar a un lago.
—Te amo Ernesto —expresó antes de perder el conocimiento, dándose cuenta como el agua comenzaba a tragarse el autobús. Entonces todo se volvió oscuro y sombrío para ella.
Puerto Escondido, Oaxaca. Semanas después. Ernesto se encontraba en el balcón de la habitación principal, desde la segunda planta, observaba jugando en la playa a su adorada esposa y a las niñas. Desde donde se encontraba recorrió con su mirada el hermoso bikini que lucía ella en tono amarillo fosforescente, haciendo que sus encantos resaltaran aún más. Sonrió sin poder evitarlo, luego de que Abigail se resbaló y tuvo complicaciones para poder levantarse, por lo que Lisette acudió en su ayuda, justo cuando se levantó, una ola, llegó y a ambas derribándolas, por lo que Aline corrió de inmediato para auxiliarlas. Suspiro profundo sintiéndose un hombre afortunado, al tener la familia que siempre soñó, esa que la vida le había negado, luego de que a él y su hermana, los separaron de su madre. Extendió su mano al ver que sus chicas, lo saludaban y le sonreían con emoción. —Te estamos esperando —Aline gritó. —Ahora mismo me cambio y las alcanzo —respondió e ingresó a la habitación pa
Luego de la hermosa ceremonia, se dirigieron al elegante salón de eventos, en donde compartirían con las personas que más amaban su felicidad. Aline y Ernesto ingresaron tomados de la mano, al ritmo de la marcha nupcial, en ese momento los invitados se pusieron de pie, y los recibieron con la calidez de un gran aplauso, mientras caminaban entre elegantes mesas, con mantelería blanca y sillas doradas. Aline admiró los hermosos candelabros colgantes, además de los elegantes arreglos de rosas en varias tonalidades, que armonizaban y le daban una calidez.—Como era de esperarse, doña Ofe, no escatimo en gastos —Aline susurró—. Esperaba algo menos ostentoso.Ernesto carcajeó.—Ya la conoces —explicó—. Estuviste en la boda de mi hermana —mencionó presionando sus labios, entonces la observaron acercarse a ellos.—Mi amiga la reina Chabela, les manda sus felicitaciones y se disculpa por no haber podido venir —comentó—, les envió un presente —indicó—. Oye mijo, voy a solicitar que salgas en
Cuernavaca, Morelos. Semanas después. La ciudad de la eterna primavera, había sido elegida, por Ernesto y Aline, para contraer nupcias, por lo que doña Ofelia Arriaga viuda de Alvarado, se encargó de complacer detalle a detalle a la pareja; sin embargo, agregó detalles, no escatimando en gastos. Disfrutó del hermoso camino acompañado de grandes hileras de las mejores rosas de la ciudad, en color rosado, lila, y nubes blancas, a los costados; además, de faroles con velas alumbrando el sendero para llegar hasta el altar que esperaba a que la hermosa novia atravesara por ahí. En horas más tarde, cuando el ocaso comenzó a caer, Ernesto ingresó al altar, acompañado de Farah, su madre. El joven admiró el enorme arco repleto de ramajes verdes y flores en los mismos tonos que los arreglos del camino al altar. —Siento que todo me tiembla —susurró a su mamá. —Es normal, solo se vive una vez en la vida algo como esto —refirió Farah. —Me muero de ganas por convertirme en su marido —murmuró
Ernesto tomó del estuche el hermoso anillo en oro blanco, todo el aro, estaba rodeado de pequeños diamantes incrustados, siendo coronado por un gran piedra, de hermosa luminosidad. que resplandeció al tomarlo para colocarlo en el dedo anular de Aline.Ernesto dio un par de giros sosteniéndola, entre sus firmes brazos, acercó sus labios los de ella y la besó con fervor, entonces continuó cantando la última frase:«Pasarán más de mil años, muchos más, yo no sé si tenga amor la eternidad, pero allá, tal como aquí, en la boca llevarás…Sabor a mí».Aline presionó con fuerza sus labios y suspiró profundo, disfrutando de escucharlo cantar solo para ella.—¿Qué dices? —Ernesto cuestionó, mirándolo a los ojos atento.Aline limpió su mirada cristalina y sonrió.—He esperado mucho tiempo por esto —respondió—. Claro que aceptó —respondió con voz ahogada.Ernesto se aclaró la garganta.—Debí pedírtelo hace mucho tiempo —dijo él—, sabes que mi situación económica no era tan estable, deseaba ofrecer
Aline estaba sentada a lado de Alondra y de Azul, las tres charlaban poniéndose al día de sus vidas, como cuando se reunían en la mansión de los Alvarado y pasaban horas hablando y riendo.Arnulfo y Farah bailaban al ritmo de «Brindo by Mario Bautista & Banda El Recodo», ambos reían divertidos al intentar bailar al ritmo de la banda. El Fiscal giró su rostro y observó que su madre iba ingresando, acompañada de un hombre. —¿Con quién viene acompañada mi mamá? —preguntó.Farah presionó sus labios y evitó mofarse.—¿No te dijo que vendría acompañada? —cuestionó.—No, ya la conoces, es una mujer independiente, además de distinguida y sofisticada —refirió sonriente.Ambos se dirigieron hacia la mesa en donde charlaban Álvaro, Ernesto, Daniel y Kenia, quien no soltaba al atractivo abogado y justo su madre tomaba asiento con su misterioso acompañante.En ese momento Alondra, Aline y Azul, se acercaron por la misma curiosidad de todos. Doña Ofe sonrió y colocó una mano en la pierna de su ac
Luego de instalarse, Alondra subió al roof garden, observó la gran cantidad de plantas que había en interior y recordó lo mucho que le fascinaba subir a ver el atardecer ahí, y disfrutar de lo hermoso que mantenían el área.Tomó asiento sobre una de las tumbonas y destapó una cerveza, sujetó uno de los sandwiches de atún que había preparado su amiga y dip un pequeño mordisco.—Te quedó muy bueno —mencionó.Azul sonrió.—Vienes hambrienta —respondió—, porque nada se compara a tus deliciosos platillos —manifestó.—Has mejorado —Alondra respondió—, tiene tu toque. —Volvió a morderlo y miró a su amiga, se veía mucho mejor, luego de haber pasado por un fuerte trastorno alimenticio.—Me esfuerzo, ya no te tengo para que me prepares de comer —bromeó.—Antes de hablar de lo ocurrido con Daniel, hay algo importante que tienes que saber —expresó y la miró con dulzura.—¿De qué se trata? —Azul respondió, llevándose el último bocado.Alondra esperó a que acabara de comer y beber su cerveza.—Erne
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