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Era obvio que la ansiedad no nos permitiría irnos a dormir temprano como aconsejaba el manual del buen debutante, así que nos instalamos en el comedor de la hostería. Como era un alojamiento chico, familiar, habíamos copado todas las habitaciones. Y como el dueño era un ejemplo de anfitrión, por una módica tarifa nos dejaba usar la cocina cuanto quisiéramos. Esa noche nos mostró una heladera llena de cerveza y nos dijo que nos sirviéramos a gusto. Al día siguiente él podía contar cuántas botellas llenas faltaban y anotar en nuestra cuenta lo que hubiéramos consumido. Por suerte también tenía gaseosa, para mi hijo menor de edad y para los que no teníamos ganas de tomar alcohol.

Laurita, Valeria y Caló se lucieron con una cantidad increíble de pizza casera para la cena.

Subí a ducharme y aproveché para llamarte. Era tu fin de semana con las nenas y te agarré preparándoles la cena, así que no pudimos hablar mucho. Te conté las novedades, me felicitaste y me deseaste toda

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