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Por algún milagro inesperado, mi instinto de supervivencia se impuso a mi miedo, y me dormí apenas conseguí que Nahuel y Lucas se callaran. Un momento antes reviví lo que sentía al dormirme con vos. Esa sensación maravillosa de calor, de contención, de que ningún cuerpo se ajustaba tan bien al mío como el tuyo, de que despertarme era mejor que soñar porque estarías ahí conmigo.

Sentí un eco de pérdida anticipada, un vacío horrible en el pecho al que supe que tendría que acostumbrarme. El único consuelo que tenía, filoso y amargo, era que la incertidumbre no duraría mucho más. Con las nenas en tu casa, estarías desayunando cuando nosotros almorzáramos, ya en el Aeródromo. A partir de ese momento, sería una cuenta regresiva e irreversible.

Y me dormí.

Si soñé con el mar, al despertar no me acordaba.

Igual me levanté con el sol, como quien no quiere tentar a Sandman. Abajo encontré a Mariano y a Quique limpiando lo que dejáramos de la noche anterior. Me sumé

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